Un tímido espectaculo.

No parecía convencida. Todos esos detalles ya los había visto ella en la tela y, cuando la burguesa se acercó a ella Lunne la rodeó, teniendo el traje siempre en su punto de mira. Adí no podía verlo como deseaba, podían haber detalles que escaparan a su vista así que, se le ocurrió algo para apreciarlo mejor.

- Me gustaría que se lo probara. De esta forma no puedo imaginar cómo le quedaría y me sería muy grato poder admirar tal obra sobre el lienzo al que pertenece -comunicó usando una pequeña metáfora para dar "clase" a sus palabras y ver si, así, lograba convencer a la mujer a que el demonio se lo probase. Si ella estaba decidida a convencer a la hechicera para que lo comprara no se negaría, pues dudaba que pudiera sacarle mejor partido al traje, no muchos varones compartían las medidas de Sayael al fin y al cabo y un traje así no es para dejarlo guardado en un almacén.

La encargada observó al demonio que seguía callado esperando - Si se lo prueba lo paga, señorita. El joven estar demasiado sucio como para no manchar el traje – El gesto desaprobatorio de la encargada del local se hizo presente en su rostro.

Procuraba mostrar el traje de frente puesto que en su espalda, al igual que las actuales ropas del demonio poseía un agujero en los pantalones , también ribeteado en oro y dos tajos en la espalda igualmente adornados y bordadas dos alas a los costados, alas emplumadas, irónicamente.

Al parecer la joven no lo había notado, pero aquel traje era demasiado costoso, demasiado elegante y demasiado excéntrico para cualquier esclavo. Se asemejaba más a un traje de gala de un duque o un conde para una fiesta que un traje destinado a un simple esclavo.

Tenía razón. Eso era algo que no podía contradecirle. Sayael habría estado varios días a la intempérie, como mínimo, y estaba sucio por lo que, en cuanto se pusiera el traje, lo mancharía. De todas formas tampoco es que hubiera tenido intención de regatear, simplemente hubiera preferido pagar menos para que la vendedora aprendiese a medir antes sus palabras, pero ya poco importaba. Sayael necesitaba ropas, y a ella el dinero le sobraba.

- Cóbreselo entonces -terminó por decir sin mucha expresión ni en su voz ni en su rostro. Se llevaría ese traje, pero el demonio tendría que esperar antes de ponérselo, no pensaba dejar que lo manchase y, por el momento, la chaqueta que el ojirrojo traía encima cubría parte de su desnudez.

Tras aquellas palabras se volvió hacia su sirvienta, dándole una pequeña bolsita que contenía bastantes monedas para que fuera a alguna tienda de violines cercana y que pusieran a punto el del rubio, a quien la criada se volvió esperando que le diera dicho instrumento.

- Maese Sayael, Silvia se encargará de que su violín vuelva a estar en buenas condiciones, mientras agradecería que me acompañase a mi hogar donde podrá probarse el traje que vuestra anterior señora os mandó hacer.

El demonio dudoso miró su instrumento y a la criada antes de entregárselo con dudas - ¿Pero me devolverán el mismo? – preguntó a la criada más que a su señora. Pero ya se lo había entregado, una negativa de parte de ambas sería lo mismo.

La vendedora murmuró algo como “Exelente” y se alejó para envolver el traje cuidadosamente doblado en papel de seda y acomodarlo dentro de una caja de cartón forrada en tela celeste con letras doradas en la tapa dictando el nombre de ese local. Enseguida se la entregó a la criada esperando recibir el pago.

- No os preocupéis por eso. Vuestro instrumento será el mismo cuando vuelva a vuestras manos -respondió la hechicera mientras contaba la cantidad de oro a entregar a la burguesa y Silvia, su criada, desaparecía de allí tras serle entregada también la caja que contenía el traje que, justo después, era pagado en totalidad por la joven noble.

Ahorraría tiempo que fuera la sirvienta quien fuese a reparar el violín mientras el demonio y ella volvían a la mansión. Sería un camino un poco largo pues las Lovecraft habían decidido edificar su mansión a varios minutos de la ciudad, disfrutando así de grandes terrenos cercanos al Río Dorado y con una enorme extensión de terrenos libres de urbanización donde, como gusto de la actual señora, poder practicar la equitación o el tiro con arco sin que nadie pudiese molestarla y sin barreras que no poder pasar.

La señora tomo el dinero y le entregó una pequeña nota con unos números y una firma - Cualquier cosa aquí también hacemos reparaciones. – dijo con una muy, demasiada, sonrisa falsa.

El demonio se acercó a la joven noble dispuesto a seguirle a donde le llevara, ahora confiaba en ella, le había comprado un traje y arreglaría su violín, aunque fuese solo para escucharle tocar era más de lo que habían echo por el desde que había sido vendido.

- Claro -fue toda respuesta de parte de la hechicera a la otra mujer. Cogió la nota que le era tendida y puso rumbo a la salida para, tras ello, dirigirse directa a su mansión. No estaba preocupada por el dinero, el traje y el violín dados a su criada, era una en las que más confiaba y cuidaría bien de los objetos que portaba. Así pues, el demonio también debería estar tranquilo durante el camino a la casa Lovecraft.