Un peligroso regreso. - Continuación.-

El movimiento del caballo fue fácil de adaptar para su cuerpo, aunque sólo pocas veces había montado en un caballo, era el aroma del hombre lo que más le intrigaba, su tamaño y la fuerza con la que le había colocado encima del animal. Todavía no tenía el valor para mirarlo a los ojos, la cabeza estaba fija en el cuello del animal y por unos momentos sus finos dedos de pianista tocaron el pelo de este, dejando ver unas manos delgadas, aptas para su labor y cómo sus movimientos eran suaves, meras caricias al viento. Murmuró en dirección al hombre a sus espaldas.

- .. ¿Dónde estamos?

La cintura del rubio estaba fuertemente envuelta por el brazo izquierdo del conde mientras que su diestra sostenía las riendas guiando a la negra criatura a un medio trote que parecía sacudirlos sobre esta, pero el fuerte agarre del conde así como su maestría sobre el caballo mantenían cómodo al pelirrubio. El aroma del conde era una mezcla del sudor del caballo con el propio apenas cubierto por un perfume un tanto cítrico y floral, unos restos de olor a talco perfumado quedaban más en su ropa que en su piel pues esta había perdido su frescura después de tantas horas a caballo.

Por su parte el conde sentía la delgada pero firme cintura y abdomen de su descendencia, en la época donde el conde vivía todo exigía un trabajo más físico, andar a caballo no era lo mismo que en auto, las distancias se recorrían a pie, a caballo o en carruaje, los pasatiempos no eran sentarse frente a un televisor y más para el conde que era aficionado a la caza y montar a campo traviesa. Por lo que enseguida consideró a su descendencia extremadamente delgado y poco tonificado para un hombre joven. Lejos de desaprobarlo solo aumentó su curiosidad, un cuerpo delicado era lo que le prometían debajo de esas ropas. Su aroma era delicado y su cabello olía extraño, como un perfume que nunca había probado.

Respondió enseguida la pregunta del rubio, apenas fue formulada la respuesta fue entregada con voz normal cerca de su oído, quizás más cerca de lo que el rubio hubiese pensado que estaba el conde. - Londres, Inglaterra. Estáis en 1800, Anthony. Más precisamente dirigiéndonos hacia vuestra Academia. -

Ya se veía el edificio y el conde vio un par de caballos con jinetes, caballeros… no, paladines. Se le hizo mala espina y no quería que su pequeña adquisición se le fuese quitada por aquellos servidores de Dios. Esperando que el rubio no se hubiese dado cuenta desvió su marcha rodeando la academia. - Cuando llegué a buscaros vuestros compañeros me quedaron mirando un tanto extraño. Tomaremos este camino para poder hablar contigo a solas. - explicó subiendo su mano en una caricia disfrazada en simplemente acomodar su brazo contra él. Contaba que aquello fuese suficiente distracción, ya sea su voz, nerviosismo, exitación o sobresalto.

Lo que el hombre le dijo lo dejó perplejo .. Tanto tiempó atrás era demasiado increíble, pero todo tenía sentido. Él era su antepasado, los hombres en armaduras frente a él no eran payasos, eran caballeros reales como en los libros que siempre había admirado, la academia de un modo u otro les trajo a una nueva época, una oportunidad de conocer un mundo paralelo no obstante. no estaba seguro si eso era bueno o malo. El caballo rodeó la academia y entraron en un pequeño jardín de rosas con una cúpula al centro, donde deseó sentarse. Tomando gentilmente la mano del varón, la retiró de su cintura para intentar saltar fuera del caballo, pero este estaba muy ceñido a él, fue cuando notó el murmullo en su oreja y eso realmente le hizo temblar, cerrando sus ojos y cobrando un femenino rubor.

- .. ¿Qué ha venido a hablar conmigo?

Dirigió el caballo a aquella cupula en el centro de lo que él consideraba un rosedal sin aflojar su agarre, le encantaba tenerle contra su cuerpo y el largo cabello rubio cuidadosamente trenzado apoyado contra su muslo era simplemente hermoso, incluso se imaginó aquella trenza de un color chocolate como debería ser el verdadero color de su cabello. Ya se podría solucionar, por lo que entendía el cabello seguía creciendo del color natural. En algunos años su pianista ya tendría nuevamente cabello castaño.

No le contestó enseguida, si no que esperó hasta llegar para soltarle y bajar él para luego extenderle la mano y ayudarle a bajar del corcel. - Me he enterado de este lugar, de donde venios y de vuestra existencia No podría dejar las cosas como están, no podría seguir mi vida sin conocer al sucesor de la familia Silvercraft. -

Comenzaba a sentirse nervioso y aunque no deseaba admitirlo, desconfiado. Bajó del caballo rechazando su mano y quedando en el suelo con un breve tambaleo, algunas veces sufría de vértigo. Antes de que el hombre se acercara para sujetarlo, se introdujo en la cúpula para sentarse, sintiéndose seguro en ese lugar.

- No podrá conocerme mucho, pues voy a regresar en breve a donde pertenesco, lo siento.

Al ver que le rechazaba y como "huía" de él se evidenció que perdía la confianza del rubio, quizás se estaba apresurando demasiado... pero por lo que decía no tenía tiempo, se irían pronto. Comenzó a sentir una contrariedad, por un lado no quería asustarle y tomarlo lentamente para cuando estuviese en sus garras ya fuese demasiado tarde pero por otro lado si no se apuraba se le escaparía. No podía perder tiempo, así que se acercó a él con la mejor de sus sonrisas - Descuide, no pienso robarle demasiado tiempo. Solo me gustaría presentarlo a mi esposa y he sabido que es un exelente pianista. Me sentiría extasiado si puediese escucharle tocar. Si me concede ese capricho le prometo ayudarles a volver, sé como. - una vil mentira, pero deseaba a ese hombre y utilizaría todo lo que sabía para conseguirlo.

Elevó la inocente mirada miel hacia el varón con un destello de esperanza y algo de confianza, deseaba volver más que nada.. Aunque el hombre no le agradaba demasiado, supongo le comprometía en cierto modo que los apellidos fuesen iguales. Se puso de pie y lo miró, cerrando los puños para contener sus nervios y miedo, que comenzó a creer inecesarios, alguien con una dulce esposa no podría ser cruel.

-.. ¿Lo promete?

Le extendió su mano y sus ojos se cerraron ladeando su rostro en un gesto inocente - Si no está muy cansado le llevaré ahora a la mansión Silvercraft. Allí podrá descansar, tomar un baño y cenar a gusto. Mañana le traeré de vuelta con un carruaje a este lugar - Estaba parado frente a él, su porte de caballero noble inglés era indiscutible, su espalda recta así como su mentón alzado, incluso cuando hablaba solo despedían elegancia y orgullo tanto propio como por su familia, como era un valor en esa época.

Si el rubio tomaba su mano simplemente volverían a la mansión, seguro su esposa no se molestaría por un invitado sorpresa. Solo esperaba que los sirvientes hubiesen decidio hacer la cena esa noche.

Meditó su respuesta por unos segundos, estaba nervioso y mirar el suelo como si este pudiera darle ayuda no servía. Terminó por tomar la mano del varón acercámdose a él algunos pasos, mirándole el rostro con tranquilidad, intentando sonreírle.

- .. Vamos.

Estrechando la manos del rubio volvió a mirarle aún con una sonrisa tranquila y afable en su rostro - El viaje será un poco largo, vivo casi en la otra punta de Londres, pero a caballo lelgaremos enseguida. - En 1800 Londres apenas era la mitad de tamaño de lo que era en la época actual por lo que si el pianista desconocía aquel dato podría pensar que les esperaba un muy largo viaje, pero solo serían unas tres o cuatro horas a caballo.

Le llevó al caballo donde él montó y volvió a tomarle la mano para ayudarle a subir.

Antes de tomar impulso hacia el caballo dudó nuevamente, al otro lado de Londres.. ¿Qué clase de Londres? Negó con la cabeza y se decidió a volverse algo hombre para la edad tan relajada que tenía, subiendo de nuevo al caballo y dejándose llevar por él, sin imaginar el horror que vendría adelante.

- Estoy a su servicio.

https://harmonyoftimes.forosactivos.net/mansion-silvercraft-f40/con-un-invitado-en-casa-t110.htm#592

Continuación.