Un regreso inusual.

Le molestaba más el frío porque oscurecía rápido. Con el tiempo su morfología le ayudó a aguantarlo y eso quedo relegado a un segundo plano. Metió la mano libre en el bolsillo y antes de entrar un galope le llamó su atención. No era solo cuestión de que algunos atributos lobeznos le habían beneficiado en forma humana, sino que además estaban en un campo, por lo que le fue más fácil localizar visualmente al desconocido.

El vistazo fue efímero, mientras abrió la puerta y luego de entrar la cerró tras él. Sus dos trabajadores –un hombre y una mujer- no tuvieron tiempo de darle la bienvenida, ya que éste los detuvo con la palma derecha mientras seguía observando por la ventana la silueta del jinete.

-Elías, lleva esto a la cocina, por favor… Christine, enciende unas velas y apaga la luz de la cocina. También ayúdalo con la cena. –le pasó las bolsas a Elías mientras se aproximó a la ventana.- Tengo algo que hacer…

Los dos se retiraron sin rechistar. No hicieron reverencia de ningún tipo, anteriormente les había aclarado cuanto le enfermaba esas actitudes que más que respeto parecían de sometimiento. Usualmente es él quien se encarga de la cena, pero esta vez era un caso especial. Apagó las luces del salón, lugar desde donde observaba. La principal característica que pudo notar en aquel hombre fue que andaba encapuchado. ¿Qué haría alguien como ese sujeto aquí y ahora?

Sus ojos en medio de la oscuridad siguieron cada movimiento del extraño. Se vio atrapado por la curiosidad al verlo hacer unas maniobras frente a un monumento que rebasaba por metros la altura promedio de un ser humano. Y fue en ese momento que se preguntó, ¿por qué nunca había reparado en aquella estructura? Cualquier justificación ya caducó de importancia en esos momentos.

Aquel hombre estaba encapuchado y nuevamente conectaba pequeños fragmentos aislados. ¿Por qué se cubriría el rostro en medio de la noche? Aunque tuviera un farol de mano. Y en primera instancia, ¿por qué motivo se cubriría el rostro? Las cosas ya no le gustaban, y le gustaron menos cuando notó que el hombre se volteó hacia su cabaña. No movió un solo músculo y esperó… Era lo mejor.

Así fue, el hombre se retiró y ahora era más pertinente ir a revisar. Todos los movimientos estudiados por el hombre rubio delataron al extraño. Mientras salió en silencio de su morada, pudo pensar que era un señuelo el fingir que se iba… Pero no, realmente se había ido, su olfato altamente desarrollado lo dictaminó en un instante. Por razones que por lo menos para él eran obvias, se dirigió al lugar sin hacer uso de luz alguna. Después de todo, tenia sus sentidos y en primer lugar no era un movimiento inteligente.

Llegó al motor de lo que le llamaba tanto la atención… ¿La curiosidad mató al gato? Si, puede ser. Pero Gabriel no era un gato. Así que rodeó al pilar con un tranquilo caminar, inspeccionándolo. Fue cuando por fin dio con la insignia. Sea lo que fuere, no sabía sobre simbología, ni nada al respecto. Simplemente arqueó una ceja con la mirada de quien le dicen algo fuera de su entendimiento y trató de recordar al símbolo.

Pensó en el lado positivo al regresar a su casa. El hecho de no entender aquel símbolo, no quería decir que careciera de relevancia. Después de todo, un sujeto se acercó para revisarlo. En fin, por lo menos tendría la cena y el descanso que tanto estaba esperando.

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