Memorias. [ Flashback, privado con Demiant. ]

Sucedió hace un año de la llegada a esa extraña época, en el instante en que había entrado al Instituto de moda en la actualidad, confiando en que se convertiría en una de las mejores experiencias de los siglos en el ámbito de la música, pues como cualquier otro muchacho que entrase en el internado, deseaba volverse el mejor de su especialidad: El Piano.

Pero era bastante inocente en esas épocas, pues el rubio trenzado sólo se encontraba mirando con timidez hacia las zonas de sus compañeros, no obstante jamás se acercó a uno de ellos. Caminaba entre los pasillos del instituto vagando, observando y admirando, jamás encontrándose dispuesto a saludar siquiera a un profesor, los cuales ni siquiera había visto bien. Había esperado recibimiento por parte del director, pero tampoco mostró indicios de aparecer o semejante.. Se encontraba, así, de pie frente a un gran panel de notas para mostrar las listas de los salones por especialidad y a lado de estos, un croquis para lograr entrar a dicha aula.

Siguiendo el márgen de aquel pequeño trozo de papel, entró en la sala de instrumentos al parecer con una hora de adelanto. La habitación era de suelos color durazno con espléndidos vitrales color violeta, un par de balcones de cortinas en tul blanco abiertos y en el centro como buen protagonista todo el arsenal de instrumentos dispuestos para el uso de los estudiantes. Como era de esperarse no perdió tiempo para tomar asiento en el banquillo del gran piano de cola blanco y comenzó a tocar una de sus notas preferidas..

Sus dedos se deslizaban como seda sobre las delicadas teclas que no quería siquiera maltratar o ensuciar con sus dactilares, por lo que recibían una presión más que suave, delicada pero con la fuerza necesaria para una nota limpia. Así, sus brazos se abrieron para alcanzar tanto graves como agudas y dándole un perfecto márgen a la melodía, enmarcó la tonada más dulce pero eufórica de la sala, abusaba de su soledad. Como si de un golpe al rubio se hubiera tratado, las puertas se abrieron mostrando a un ser desconocido...

Caminaba por el pasillo, aburrido y aún tenía tiempo por lo que decidió encaminarse hacia el salón que le correspondía deteniendose al escuchar el piano sonar en el interior. no solía ser el clásico chico popular que saludaba a todo el mundo pero conversaba con las personas... pero no podía recordar al pianista. Abrió las puertas y se le quedó mirando desde el umbral sin decir palabra.

El piano estaba, desde su punto de vista, hubicado delante de uno de los ventanales del balcón por lo que las cortinas blancas, mecidas por la suave brisa enmarcaban la imagen del joven pelilargo sentado frente a tanimpresionantes instrumento. En primer momento pensó en una princesa de largos cabellos oro pues aquella trensa le recordana a la historia de Rapunsel. Pero al acercarse, cerrando la puerta a su paso con delicadeza de no hacer ruido, notó el sexo de aquella persona.

Solo sonrió mientras se dirigía hacia uno de los taburetes y tomó uno de los violines. Volvió a mirarlo luego de acomodar el instrumento en su cuello presionandolo con su mentón. Sin decir palabra comenzó a tocar la misma melodía que antes salía de los dedos del rubio, solo unos segundos hasta que el silencio volvió a reinar.

Su sonrisa aumentó enseñando sus blancos dientes y levantó el arco apenas apoyandolo sobre las cuerdas. Esta vez empezarían juntos...

Le miró con desconfianza por algunos momentos, no tenía idea de quién era ese rubio pero lo único que le hacía enfadarse, era que los cabellos dorados del muchacho eran naturales. El sonido de su violín fue lo que le rescató de ese receloso pensamiento, haciéndole abrir sus amieladas pupilas sorprendido para mirar con duda las teclas de su piano.

Estaba listo para su primer dueto, volvió la vista hacia el muchacho y cuando tomó aire y cerró los ojos, se marcaron mentalmente los tiempos para comenzar a tocar el piano, hundiendo los dedos en las teclas con cuidado y después, en una suave coreografía cuyas notas acariciaban el oído, en conjunto con el violín. Pronto sintió que la piel se le erizaba por emoción ..

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Al ser marcado el ritmo esperó a que su compañero le diera entrada para precedirlo. Solo cerró sus ojos y dejó que la música del piano le guiara. Casi al unisonio sus dedos bailaban sobre las cuerdas como los dedos del pianista sobre las teclas de manera lenta y delicada, el arco acariciaba las tensas cuerdas del violín dejando escapar dulces sonidos que junto a los del piano conformaban aquella suave melodía.

Casi danzando con su música el viento se filtraba al interior de la academia arrastrando consigo alguna hoja o petalo de flor que traía del jardín de la academia. Mientras tocaba se fue parando hasta quedar completamente derecho y con una sonrisa en su rostro se dejó valancear al ritmo de aquella melodía dando solo un paso hacia el rubio de larga trensa.

La desconfianza que de tanto en tanto labraba en esa academia, desapareció súbitamente con los actos del rubio en el Instituto, pues se había comunicado con el rubio con el mismo lenguaje que este utilizaba: la música. Por unos momentos se sintió cómodo al ser correspondido en su pasión, por lo que entre las notas musicales, murmuró con suavidad su nombre.

- .. Anthony.

El arco del violín bajó sobre las cuerdas haciendo una nota baja y homogénea que le dejaran hablar sobre esta.

- Demiant.

Dijo para hacer la presentación mutua, apenas abrió su mirada verde agua sonriéndole mientras se acercaba a cortos pasos para terminar por guiñarle el ojo derecho y retomar la canción siguiendo siempre al piano. Ahora estaba parado al lado del piano meciéndose lentamente al ritmo de la música.

A pesar de ser prácticamente un antisocial, conocía los rostros de todos los muchachos aristócratas de la ciudad, pero el rostro del varón jamás había alcanzado sus memorias, o eso creía. El varón de la trenza rubia terminó la pieza satisfactoriamente y giró su rostro encima del hombro, mirándolo con sus adorables pupilas miel.

- .. ¿A qué familia pertenece usted?

La pregunta le causó nerviosismo, como la mayoría de los alumnos de esa academia, el tambien debía ser de clase social alta. Pensaba que iba a tener un nuevo amigo pero seguro al saber que no era un chico rico se alejaría. Igual no le iba a mentir, no era de esos.

- LeRose, soy frances... Mi familia vive en los barios bajos de francia...

Claramente bajó su voz junto con su violín, esperaba que el rubio hiciese un gesto de asco y lo despachara o algo similiar.

Inclinó la cabeza de lado, nunca había tenido contacto con personas de esa clase, pero comenzó a ponerse en el lugar del varón, había visto cómo a muchos muchachos de esa clase los sacaban de los círculos sociales, y como él deseaba a una persona realmente sincera, admiró el valor que tenía para decirlo.

- Ya veo, no me molesta.

Pestañó confundido mirando al rubio y una sonrisa se dibujó en su rostro.

- Me alegra. Por cierto. Tocas exelente. Nunca había escuchado a nadie tocar asi... ni a los profesores.

Se acercó sosteniendo el violín y el arco con su mano derecha hasta pararse al lado del taburete, para que el rubio no debiese torcer tanto el cuello para verle.

Se ladeó lo necesario para que su nuevo compañero tomara asinto a su lado, pues le desesperaba ver a las personas de pie, más si el sitio tenía espacio para dos.

- Siéntate. ¿Cómo es que entraste aquí?

Se sentó junto al rubio y miró las teclas del piano.

- Mi madre era profesora de violín y se enteró de una audición en Inglaterra. Mis padre ahorraron, me pagaron el pasaje y audicioné. Por fortuna entré... la verdad entre tanta gente con tanto talento me siento disminuido.

Sonrió feliz al recordar sus logros y la alegría que sus padres habían recibido con aquella noticia. Enseguida miró al rubio.

- Tocas increíble. ¿Hace mcuho que tocas o aprendiste aqui?