El regreso. - Privado, Joshua.

Había recibido la noticia de rumores y tenía que ir a confirmarla el mismo, efectivamente su buen amigo había regresado y aquello le llenó de una alegría retorcida. Por lo que no dudó en acudir a visitarle y darle, lo que consideraba sería una agradable sorpresa, guardando su violonchelo en una funda de terciopelo y cuero se lo cargó al hombro sin permitir que los sirvientes pusieran mano en su delicado y preciado instrumento.

Encontrando el hogar del conde tan impecable y elegante como lo recordaba se alegró que este estuviese a la altura, aún. Avanzó por los pasillos guiado por la sirvienta negándose a que cargaran su preciada sorpresa.

Su sonrisa se ensanchó cuando vió al pelilargo tal como recordaba. Por su parte vestía un fino conjunto en tono gris piedra de terciopelo y camisa negra de seda con un pañuelo a su cuello de igual color coronado con un zafiro que resaltaba el azul de sus ojos, sus pasos se hicieron audibles mientras avanzó hacia su amigo - Mi buen amigo, que grato es saber de usted tras tanto tiempo. - su espalda se asomaba el recubrimiento negro de su chelo.

La imágen tan llena de vitalidad marcada en su fiel colega le aumentó la sonrisa y por un instante sintió agradecimiento por todos los factores que hubiesen sido motivo de ello. Se puso de pie para recibirle, indicándole con un ademán que tomara asiento, acto que interrumpió al ver lo que traía al hombro, iluminándole los ojos con una ansiedad poco común..

- ¿Acaso eso es.. ? Vaya.

Ladeó su rostro con su sonrisa, por su parte traía un abrigo de pequeño tamaño color castaño, elaborado en suaves pieles carmín y caoba, retocadas con oro. Debajo del abrigo, aunque nadie lo supiera, traía jeans y una camisa de resaque, e indiscutiblemente.. boxers.

Se acercó a la silla ofrecida dejando su carga delante de el inclinándose sobre esta antes de tomar asiento, observándole en un tono de juego y perversidad en su mirada por encima de sus gafas - Creí que le gustaría un pequeño concierto privado. – Tomando asiento sus dedos acariciaron el largo mástil del instrumento deshaciendo las ataduras para dejar caer el terciopelo dejando a la vista la lustrosa madera negra del cuello con sus clavijas de marfil y una “S” labrada en oro sobre su clavijero en alusión al apellido de su portador. Como si desnudase a una mujer, con delicadeza la tela fue apartada para dejar las curvas caoba del cuerpo al desnudo frente a los ojos de ambos varones.

- Cuénteme, mi estimado. ¿Dónde le ha llevado el destino estos dos últimos años? – sus palabras suaves eran acompañadas de sus actos mientras se sentaba atrayendo al instrumento entre sus piernas abiertas rozando el mástil del instrumento con una caricia lasciva de sus dedos sobre las cuerdas mientras su derecha tomaba el arco esperando aprobación o negación en sus acciones.

Sus ojos detallaron cada movimiento del varón, cada intención e incluso cada sitio donde sus dedos eran posados. Una suave sonrisa iluminaba su afilado rostro hasta que sus delgados labios comenzaron a mencionar..

- Colega mío ¿Recuerda usted lo que le conté de la Banshee del pantano? Aquella mujer horrorosa, de mal aroma y de un humor pésimo?

Recordaba bien ese instante, cuando se aventuró en el bosque atraído por el rumor de las notas del Infierno, un rumor débil, pero que conquistó a su soñadora mente con toda su fuerza. Eso había ocurrido hace dos años, justo un mes antes de su desaparición, y al único que le había contado el suceso fue a su colega Silvercraft.

Un profundo sonido, una nota apenas acariciada inundó el ambiente sonoro, suave en volumen sin interferir en la voz del conde, el ojiazul le observaba con atención mientras iniciaba una tonada suave y algo triste, profunda como solo las graves cuerdas de un violonchelo podían ofrecer. Una suave tonada un tanto monótona al principio que lentamente tomaba vida como excelente fondo a la hermosa voz de su contraparte.

Sin detener su tonada entreabrió sus labios - Claro que lo recuerdo. – murmuró por encima de su tonada. Claro que lo recordaba, cada momento pasado con esa persona no tenía desperdicios, simplemente su compañía era algo de placer para el castaño Silvercraft. Or un segundo recordó la última vez que había tocado frente a alguien y había sido unos días antes de su desaparición, para aquella persona que tenía frente a si, la misma tonada. Mera casualidad pues no había recordad hasta el momento tal acto.

Sus dedos se movían hábiles por cada una de las cuerdas modificando así el sonido llevándolo y guiándolo por todo el camino que era la canción que interpretaba.


[https://www.youtube.com/watch?v=S6yuR8efotI]

Cerró los ojos con un suspiro al deleitarse con tan familiar sonido, tonada que ninguno de sus alumnos había consegudo crear, pero eso no significaba que les faltase talento, simplemente los dedos de su estimado Silvercraft eran .. Especiales. Entreabrió su mirada de color ónix para dedicarle una sonrisa agradecida, inclinándose para mencionarle en un confidente secreto, no conocía la reacción de su colega, pero sería algo digno de mirar cerca..

- No eran mentiras, Joshua .. Estos dos años estuve en otro mundo .. Otro lugar completamente distinto .. Existe la creación de luz sin velas .. La ropa es mucho más descarada.. Que una mujer muestre los pechos no es algo anormal .. Hay transporte sin caballos .. La ropa ya no es de seda o terciopelo .. Ni siquiera hay clases sociales como aquí ..

Hablaba como un nuevo conocedor, como si aquellas palabras fueran su fascinación y eran un mundo adorado, completamente interesante..

La música parecía danzar en el aire con la misma gracia que un pañuelo de seda mecido por el viento pero como si una piedra cayera en medio de aquel pañuelo la música dio un desafine cuando el arco resbaló mal contra las tensas cuerdas. El silencio reinó. Los ojos del castaño se abrieron al igual que su boca en un gesto de incredibilidad e incluso una de sus cejas graciosamente se había alzado mientras su mandíbula se movió intentando buscar palabras y recobrar su sentido. Negó con su cabeza cerrando sus ojos y retomando la melodía pero claramente con un tanto de dificultad al principio su voz se dejó escuchar.

- …Mi estimado amigo, creo que su regreso le ha dejado estresado y está hablando locuras. Si lo desea puedo retirarme y así podrá descansar su mente. – intentó que sus palabras no fuesen bruscas pero realmente lo que él le contaba era algo inverosímil, ¿Luz sin velas? ¿Transporte sin caballos? Y lo más increíble… ¿Mujeres mostrando sus pechos cuando ya era algo obsceno que e viera un tobillo cubierto por la seda de una media? Por última podrían ser prostitutas y la pobresa del lugar dond había estado su amigo sería tal que la seda y el terciopelo fuesen casi inexistente. Torció su gesto intentando atar cabos, quizás las mujeres fuesen prostitutas… El trasporte fuese por bueyes u algún otro animal de tiro… La carencia es tal que ropa fuese escasa… Le miró con pena sin dejar de tocar, realmente debió ser una tortura para su compañero tal experiencia.

- Creo que comprendo… Debió ser un viaje largo a aquel poblado, mi estimado. Pero me alegra que encontrase el camino de regreso. – finalizó tras sacar algunas conclusiones.

Su rostro sonreía cuando hablaba, pero a medida que su colega fue replicando las facciones se le nublaron y su boca se torció en un gesto de indignación, ya predecía que le diría algo semejante. Se puso de pie y le miró con decisión, no obstante ese rostro enfurecido en el Conde de Northerland se veía sumamente cómico. Se llevó las manos por dentro del abrigo y parecía que se iba a desnudar frente a él.

- Bien, entonces le demostraré ..

Abrió el abrigo y dejó ver las ropas actuales que traía puestas, cómodas y sumamente libres, no era una gala difícil de llevar. En el pectoral derecho traía una espiral de espinas tatuada y los jeans eran ajustados a sus piernas, delgadas y de buena forma, algo que nadie podría haberle visto jamás.

- Y no conoce lo mejor ..

Se desabrochó los pantalones y los bajó, mostrándole los excelentes y cómodos boxers negros, una completa novedad para ese instante. Sonrió orgulloso y habló señalándose las piernas.

- ¡Ropa interior cómoda!

Realmente aquella persona atentaba contra la música del castaño, pues mantuvo con excelencia su interpretación mientras seguía con la mirada al imponente conde que se le acercaba furioso. No se movió y siguió tocando con dedicación, sabía que los modales ajenos serían lo suficiente como para no agredirle, no sin aviso y reto previo y seguro que tales palabras no ameritaban un reto. Sin embargo los actos que le siguieron, realmente fue como una abofeteada al castaño silenciando su música. Ni bien el pecho del varón fue descubierto de su abrigo mostrando las curiosas ropas que dejaban ver un curioso dibujo sobre su piel el silencio volvió a la sala, el arco se quedó inmóvil sobre las cuerdas y sus dedos presionando una nota. La mirada del Silvercraft se clavó en el pecho ajeno examinando aquello con atención, el dibujo era extraño y así el material de la ropa pues parecía rustico y simple, pero a la vez llamativo.

Cuando los pantalones bajaron así también lo hizo la mirada del castaño, observando aquella atrevida ropa ajustada su brazo cayó y sus dedos se aflojaron, el arco rozó las cuerdas produciendo una nota tendente un tanto graciosa en unión con el rostro del distinguido aristócrata al alzar su ceja y ladear su rostro. La ajustada y escasa ropa interior, lejana a los shorts blancos y holgados de algodón que se utilizaban normalmente, dejaban poco a la imaginación pues la oscura tela se adaptaba a lo que cubría. El rubor pronto cubrió las mejillas del castaño y desvió su mirada - Oh mi lord… - murmuró sin encontrar palabras que pudiesen interpretar la situación.

Parpadeó confundido con la reacción de su colega y después se miró a si mismo, comenzando a levantarse los pantalones y luego, ajustando su abrigo, sin duda se había vuelto mucho más liberal en aquellas tierras, tanto que casi olvida sus modales y su caballerosidad. Tomó asiento a lado de Silvercraft, colocándole una mano en el hombro y mencionándole lo que más le causaría impresión.

- Es el futuro de Londres .. Fundé una academia de arte para volver.. Necesitaba talentos variados para la Melodía del Infierno .. ¿Sabes quién fue uno de los mejores alumnos de piano? .. Tu futuro sucesor, un Silvercraft. Tu familia existirá aún hasta esas fechas.

Lentamente apartó el violonchelo para apoyarlo a un lado de su asiento, miraba el vacío intentando no volver la mirada a su acompañante y sus piernas desnudas y ropa ajustada tan impropia pero curiosa y atractiva. El contacto sobre su hombro le hizo alzar su mirada a los orbes onix de su contraparte escuchándole con atención intentando asumir todo lo que le decía. ¿El futuro de Londres? ¿Su familia? ¿Melodía del infierno? ¿De que estaba hablando? Aquello parecía irreal y la incredibilidad se veía reflejada en la confusa mirada del castaño - ¿Quiere decir que viajó en el tiempo, mi estimado? ¿Qué conoció a mis sucesores? ¿Cómo es posible eso? – estaba confundido.

Adquirió valor para mencionar lo que estaba a punto de hablar, aunque temía mucho más por el reproche de su colega. Se levantó, caminando hacia una caja a lado del sofá que antes ocupaba y ahí, sacó 10 papeles encerados con imágenes, fotografías. Se las extendió y 3 eran sobre un rubio trenzado tocando el piano, otras del Londres actual y algunos otros estudiantes, habían unas bailarinas muy bonitas y pintores destacados.

- Ese hombre rubio será tu sucesor.. Colega.

Volvió a sentarse a su lado, tomando aire.

- Esos muchachos han sido transportados a esta época.. Tu sucesor también está aquí, a tu alcance.. Puedes conocer a quien llevará en sus hombros a tu familia en dos siglos.

Tomó aquel papel encerado a color que mostraba a su sucesor, le observó con detenimiento, primero por el extraño material en donde estaba hecha aquella extraña pintura, después a la pintura en si, una perfección tal que no se notaban marcas de pincel, y el acabado lacado de la misma era impresionante, aquello parecía una joya. Acercó aquella imagen a su rostro acomodando sus gafas para observar al rubio y enseguida la apartó negando con su cabeza. - Estimado, esto es imposible. Todos los Silvercraft somos castaños y los rubios son de las regiones nórdicas. Mi familia nunca mezclaría sangre con un nórdico… - un escalofrío le sobrevino y la foto cayó de sus manos - ¿Acaso en el futuro mi familia perderá su valores y mezclará su sangre con otros nobles que no sean ingleses? – Parpadeó mirando aquella imagen en el piso. Él estaba tan loco como su amigo pues hablaba como si los viajes en el tiempo fuesen posibles y aquel atractivo joven frente al piano fuese de su familia. La verdad era que una parte de él comenzaba a desear encontrarse con aquel joven, escucharle tocar aquel fino instrumento.

"Hm.." Fue el único sonido que emitió el Conde, inclinándose para tomar la fotografía y mirarla con detenimiento, después sonrió descubriendo la razón. Con el índice señaló las raíces del cabello del muchacho, más oscuras que su rubio, parecían castañas.

- Se pintó la cabellera.. Es muy normal en esas fechas. Es un auténtico Silvercraft, revisé su historial.

Pudo percibir el tono de curiosidad que sostenía su colega, aquella mirada tentada.. Acercó los labios a su oreja para murmurar las palabras que condenarían al pianista "rubio".

- ¿Quieres que te diga dónde encontrarlo.. ?

- Jm… Pintarse el cabello… - Musitó volviendo a tomar la fotografía de las manos de su amigo y mirarla con atención notando el tono castaño de estas, un tono similar al propio. El aliento ajeno sobre su oído le produjo un delicioso escalofrío y las palabras otorgadas le hicieron curvar sus labios en una sonrisa que el pelilargo conocía a la perfección, una sonrisa maquiavélica y cargada de segundas intenciones - Le escucho con toda mi atención, estimado. – Dijo mirando la fotografía que sostenía con su zurda y pasaba sus dedos derechos sobre la imagen del rubio pianista en una caricia.

Retrocedió el rostro para mirarlo a cierta distancia, apreciando el tono de la sonrisa y sobre todo que ahora estuviese creyendo en él, aunque jamás había tenido motivos para mentirle. Cruzó sus piernas dejando salir del abrigo esos ajustados jeans y comenzó a hablar, confiando en que le entendería.

- Irá al noreste de Londres en las afueras, mi estimado .. Ahí encontrará un edificio bastante extraño .. Este.

Le ofreció una fotografía del mismo, una gran academia al estilo actual, pero con tonos antigüos.

- Él se encuentra en este sitio, habrá muchas personas del futuro, pero sabrá dar con él .. Aunque tenga que pasearse por los pasillos de este internado.

Volvió a la imagen de su sucesor y delineó los largos cabellos rubios con su dedo desnudo, como raramente los poseía pero era la mejor manera para tocar su instrumento, normalmente sus manos estaban enguantadas, lejos de la vista de los demás, como todo su cuerpo excepto por su rostro, como era costumbre en aquella época. - ¿Cuál es su nombre? – preguntó a su compañero alzando su mirada, aún con un tono de maldad reflejada en esta.

- Anthony.

Mencionó en un suave atisbo de voz, realzando la suavidad del nombre pronunciado. Le entregó el resto de las otras fotografías, mostrándole cómo el muchacho era compañero de dos chicas, mirando específicamente a una rubia bajita que al parecer, llamaba la atención del joven Silvercraft.

- ¿Qué harás cuando le encuentres? Al parecer él ya tiene su vida completamente formada, mi estimado .. Posiblemente haya visto retratos tuyos y te reconosca.. ¿Cómo manejarás todo?

Pasó a la segunda imagen observando con detenimiento la arquitectura de esa academia cada moldura y cada color, pensando en el camino, lo mejor sería ir solo, volvería a su hogar y partiría enseguida a caballo, el medio más rápido para llegar. Con un poco de suerte llegaría antes del anochecer.

Las palabras del conde le devolvieron de su análisis “Anthony…” musitó en su mente y su atención fue llamada a las nuevas imágenes, al parecer el pintor que las creaba tenía mucho trabajo y con razón, su labor era excelente, parecía captar momentos con una naturalidad increíble sin mencionar su tan fina pincelada que respetaba a la perfección los detalles. Esperaba que no poseyera esa mala costumbre de los pintores en embellecer las cosas y que realmente todas esas personas y lugares fuesen tan hermosos como se los mostraban los pequeños y delicados cuadros.

Su seño se frunció cuando vió a la joven rubia, pero su sonrisa solo se afiló mientras pensaba en las palabras sabias de su contraparte. Tenía razón, no podía simplemente aparecerse, más si le conocía. Tras un par de segundos de silencio bajó las imágenes a su regazo y observó al pelilargo con aquella expresión que era tan propia cuando carecía de mascara ante una sociedad, esa expresión de frialdad y perversión que helarían la sangre de un inocente e ingenuo - Descuide. Infórmeme. ¿Hay más sucesores varones? ¿Es él el primogénito? –

Se recargó cómodamente en el sofá como si se tratara de un muchacho común en los tiempos actuales, con las piernas cruzadas y los brazos en misma postura frente a su pecho, el cual ya mostraba bastante piel por la camisa. Meditó unos instantes el historial del chico Silvercraft.

- Tiene un hermano mayor y uno menor, ah .. Creo que también una hermana. Pero ellos se encuentran estudiando en otros lugares, es el único que llegó.

Le miró de reojo al considerar el por qué de la pregunta, aunque muchas ideas más le llegaron a la mente. Cerró los ojos y mencionó para alentar al varón.

- Tengo un par de caballos en el establo, los trajeron mis sirvientes antier.. Puedes tomar uno e ir.

Pese a considerar curiosa y un tanto irrespetuosa las posturas del varón, así como el mostrar su cuerpo cual cortesana no se ofendió ni molestó, pues estaba en completa confianza con aquel noble. Nadie le conocía como él y confiaba plenamente. Pues a ningún otro le hubiese creído lo de viajes en el tiempo y melodías del diablo, menos luces sin velas y la locura de esas ropas que apretaban las partes intimas.

Amplió su sonrisa y asintió - Tomaré uno de sus caballos si no le molesta. Usted me informa que han quedado varones Silvercraft en el futuro, para sorpresa mia el primogénito ha quedado… Creo que podré conservar a este como mi pianista personal. Confío en su gusto en asegurar su talento pues sabe que soy exigente. – Se levantó y procedió a envolver en el forro de seda su violonchelo, no lo llevaría, pero no deseaba que se dañase, mientras procedía siguió hablando - Espero que no le moleste si le pido conservar estas pequeñas pinturas. – atando la última traba se giró a su interlocutor aún sonriendo. - Anthony será mío. –

Abrió los ojos con una inesperada sorpresa, creía que simplemente le iría a visitar, conseguirle unos momentos y después olvidarle.. Iba a quedarse con el pianista más talentoso, el que podría conseguir la Melodía Definitiva si se lo propusiera.. No sabía cómo reaccionar, no obstante.. era un obsequio ideal para su eterno compañero ¿Cómo se podría atrever a negarle tan delicioso regalo?

- Se llaman fotografías, colega. Las imprime una máquina. Tenga suerte.

Volvió el rostro a otro lado con una sonrisa constante en sus labios.. Había condenado a un pobre muchacho a permanecer en una época fuera de su entendimiento, a jamás realizar sus sueños ..

.. ¿Y eso qué importaba?

Abrió su chaqueta gris para guardar en el bolsillo interior, junto a un reloj de plata de bolsillo, las fotografías. Y enseguida se acercó a su amigo de larga cabellera - Dios te pague el regalo que me ha otorgado, mi fiel amigo. – Como correspondía a saludo solo inclinó su cuerpo en una reverencia mientras volvía a cerrar su chaqueta. - Con su permiso, me gustaría iniciar viaje lo antes posible. Sin tener que pasar por mi condado podré llegar antes de la hora del té. –

Se encoje de hombros, señalándole con un gentil ademán hacia la puerta mientras se colocaba de pie, cerrándose el abrigo por si algún sirviente asomaba la vista de repente, recobrando mágicamente el porte ideal de un Conde, pues no había olvidado todas las reglas de etiqueta que su familia le había inculcado desde hace años.

- Adelante. Tenga buen viaje .. Me intriga conocer el final de todo esto.