Con un invitado en casa.

Aquellas palabras fueron el gatillo que dispararon todo el deseo juvenil en su interior, pues se lanzó a su cuello para abrazarlo con cierta posesión y ahora que lo tenía entre sus brazos, unió los labios a los suyos con una gentileza increíble, pero delatando su deseo al correrse un poco sobre el banco para pegar su torso contra el opuesto, aunque tuviese que girarlo para lograrlo. Los dedos se hundieron entre el cabello castaño que una vez fue su propio tono y así, envolvía sus labios contra los opuestos clausurando su vista por completo.

Sus dedos se escurrieron por el rostro ajeno hasta internarse en el mar de dorados cabellos aflojando la trenza. Entreabrió sus labios a la vez que cerraba sus ojos para recibirle con la misma delicadeza que él se le entregaba. Su mano derecha quedó tomandole de la nuca, acariciandole con sus dedos, sin ejercer presión, mientras que la opuesta bajó por la trenza hasta el final donde tiró del listón para deshacer la trenza de a poco. Deseaba nuevamente aquella cascada dorada libre.

Se acomodó en el banquillo y bajando su derecha le tomó por la cintura para guiarlo hasta él, acercandolo e incitandolo que se acomodara lo más cerca posible. Sería más cómodo ir al sillón, pero algo de estar junto al piano despertaba ese morbo que le había dado al verle tan sumido en su música.

Las manos del rubio no dejaban un rincón sin explorar en el cabello del varón, algunas veces acariciándolo y otras deshaciendo la estética de su peinado, intentando romper con el esquema de varón comportado que siempre había presentado, ansiaba su más bajo instinto, su verdadero ser.

Pronto se daría cuenta de lo que estaba haciendo, entreabrió las pupilas amieladas justo cuando le habían tomado de la cintura como una dama, el temor volvió a él. Sus manos a la defensiva, le tomaron de los hombros para interrumpirlo suavemente, si estaba tomando ese papel entre ellos, significaba que algo carnal venía, y el lugar que iba a ocupar estaba en contra de su educación.- .. Lo siento .. -Se disculpó, bajando la mirada, no encontró más palabras para detenerlo.

La mano que descansaba en su nuca pasó de esta hasta el mentón ajeno al verse privado de los labios que atendían los propios. Le dirigió el rostro nuevamente el del castaño, ahora un tanto más despeinado pero aún conservando su porte, le observó tranquilo con una media sonrisa y una mirada un tanto más afilada - No lo sientas, no has hecho nada malo... solo detenerte. - levantó su dedo y con esto el rostro ajeno para inclinarse y pasar su lengua a lo largo de su cuello para terminar en su mentón dejando sus labios apoyados, obligandole a dejar su cuello estirado - Tu no te detendrás hasta que te lo ordene ¿Entiendes? -

Su garganta ligeramente agitada era uno de los ejemplos que provocaba la respiración con un ritmo más alto en el rubio, que con los dientes ligeramente clavados en la almohadilla del labio inferior, se arrepentía de haberle dado pie a algo que no podría controlar, un tema en el que nunca había explorado y no debía hacerlo.. Pero deseaba.

De reojo, bajó la vista hacia su ancestro e intentó alejar el rostro sin obtenerlo, pero ahora sus manos empujaron con brusquedad el pecho del mayor, colocando los pies contra el suelo para levantarse al lado contrario, tratando de liberarse.- .. ¡No!

Frunció su seño al sentir y escuchar la negativa, el rechazo que no toleraba, menos de su esclavo. Lo soltó y dejó que se apartara de la silla mientras su mano se dirigió a su cintura desenganchando la fusta de su cinturón - ¿Cómo dijiste? ¿Acaso escuché un "No"? - se le acercó tomandolo por la muñeca con su mano izquierda sosteniendo el instumento de cuero en la derecha, alzando la primera acercó al rubio esperando respuesta. - Repitelo. - ordenó firme, observandole con su seño fruncido.

Sus pupilas se humedecieron en un gesto de terror, estaba conciente de que si él deseaba golpearlo, lo haría sin siquiera titubear. Bajó la vista son emitir respuesta, mordiéndose el labio inferior, tembloroso y sometido a sus deseos.

Esperó unos segundos respuesta pero al no obtenerla azotó el costado del piano con la fusta solo para emitir sonido, ese chasquido fue precedido por un muy suave tono del piano a la cuerdas de su interior vibrar muy suavemente - ¡Contéstame cuando te hablo, Anthony! –

Emitió un respingo de terror, cuando escuchó la fusta golpear el piano, sus piernas le abandonaron y cayó de rodillas frente al hombre, con la mano todavía sujeta por él y la otra, en el suelo cerrada en un tenso puño.- .. B-Basta.. No siga..

Le soltó la mano y con esta acarició los cabellos del rubio presionando su cabeza contra su muslo mientras hablaba con un tono tranquilo y tranquilizador - Te hablé, te dije que fueras bueno… ¿Por qué no lo eres, Anthony? ¿Por qué te niegas a complacerme? ¿Acaso te traté mal? ¿No te traje aquí, cenaste bien, te di ropa, un piano, las partituras de mi estimado Haunted para que tocaras? Ya te lo dije, complaceme y te complaceré pero al parecer tu no quieres complacerme… - su tono de voz era enfermizamente empalagoso y calmo.

Negó varias veces, sentía miedo y culpa, dos sentimientos que peleaban entre ellos para sacar la conclusión de su decisión en cuanto al varón, el cual miró después de elevar el rostro con los ojos tímidos.- .. Somos hombres.. Esto no está bien .. Los Silvercraft no lo permiten ..

La punta de la fusta terminó en los labios del rubio para silenciar sus palabras - Aquí está bien lo que yo diga que está bien. Soy el líder de la familia y digo que esto está bien. ¿Entiendes? –

La última alternativa que tenía para detenerlo se esfumó, bajó lentamente el rostro y asintió suavemente, quedándose sentado en el piso como un mero esclavo en las garras de su dueño.

Una suave risa movió su garganta y sus dedos jugaron con el cabello del joven deshaciendo lentamente su larga trenza - Sin levantarte, quitate la chaqueta - murmuró y en su voz se sentía la sonrisa que en sus labios tenía.

La primera orden le provocó un escalofrío en la columna, tanto que permaneció algunos segundos inmóvil. Volvió en si cuando fue levantando sus manos hacia la vestimenta, deshaciendo botón por botón hasta hechar la prenda hacia atrás de los hombros, sacándose los brazos de la chaqueta para descubrirse el pecho aún con una camisa blanca.

Sus dedos seguian acariciando el cabello largo y rubio del menor y completamente deshecha la trenza y guió la punta de la fusta para que acariciara el pañuelo a su cuello y toda la hilera de botones hasta su vientre - Ahora la camisa. - murmuró en el mismo tono bajo e intimo de antes observandole con su mirada entrecerrada.

Sus ojos se clavaron en los suyos casi suplicantes, no era un niño para no saber qué ocurriría después, pero ya no podía darle de nuevo vueltas al asunto, mucho menos negarse. Desprendió la fila de botones con temblorosos dedos hasta abrir la camisa, dejando a su vista el níveo y cremoso pecho de piel blanca en plena juventud, dejando caer la ropa al suelo, temeroso por la postura.

Retrocedió un paso y se sentó en el banquillo del piano cruzando así sus piernas para apoyar sobre la rodilla más alta su codo derecho y sobre su mano apoyar su mantón, su brazo izquiedo quedó cruzado por su regazo y la fusta subiendo y bajando en un ritmo lento dando suaves golpes contra el borded el banquillo mientras lo miraba. - Sientate en el piso y quitate los zapatos. - ordenó imitando su tono de voz suave y tranquilo. Su mirada parecía tocarlo mientras observaba su cuerpo semidesnudo.

Comenzaba a acostumbrarse a las órdenes de su voz, por lo que cuando mencionó aquello, se sentó en el suelo sin demasiada duda y deshizo las ataduras de su calzado, uno por uno, después retiró estos dejándolos a un lado acomodados, los pies blancos eran igual de tersos que el resto de la piel. Apretó los puños sobre sus rodillas, rogando que no le quitase el resto de la ropa.

Estiró su pie y con este apartó el calzado volviendo a su pocición original - Alza tu rostro, quiero verte. Y quitate los pantalones - Abrió levemente más sus ojos dandole una mirada un tanto más normal y no tan pervertida y enderezó su espalda para verle desde arriba.

Apretó los labios con recelo .. No debió haber interrumpido aquel beso, quizás hubiera sido menos humillante si se hubiera quedado de esa forma.. Pero debía tomar valor, de un modo u otro le forzarían a hacerlo, así sería menos doloroso. Se puso de pie y con una mirada endurecida, desabrochó los pantalones sin un ápice de sutileza y los pantalones bajaron por sus piernas, era obvio que se había colocado la ropa interior masculina de esa época.- ¿Qué hará conmigo ahora..?

- Solo observarte. - dijo mirandole a los ojos y luego bajando su mirada al cuerpo del menor recorriendo con sus ojos aquella piel suave y cremosa que le provocaba hacerlo suyo. Pestañó y en el segundo que su mirada fue cegada por sus parpados la imagen de él mismo tomando al rubio del brazo y lanzandolo contra el piano separando sus piernas y... volvió a mirarlo soltando un corto suspiro. Desvió su mirada al escritorio, cerró sus ojos y la imagen de las cosas cayendo, el cuerpo del rubio golpear contra el vidrio que cubría el fieltro de aquel escritorio así como su rostro contraído por el dolor de sus propias acciones... nuevamente abrió sus ojos y miró al rubio. Alzó la fusta y señaló su ropa interior - Quitatelos también. -

Observar.. Nada más inofensivo que observar. Sonrió en su mente aliviado. Tomó el elástico del borde en la ropa interior y cuando iba a dejarlos caer, se frenó .. Jamás se había atrevido a humillarse a si mismo a tal nivel, se había rebajado en demasía .. ¿Y qué no era peor ser asesinado por los golpes de esa fusta? Tragó saliva con dificultad y cuando el rostro le hirvió en pena, dejó caer la ropa interior con un estremecimiento de frío, bajansdo la mirada.

Se levantó y le dio la espalda alejandose hasta volver al sillón donde se sentó estirando sus brazos en el respaldo cruzando sus piernas en una pose extremadamente relajada - Ahora, toca. Quiero oírte y verte, procura que tu largo cabello no te cubra. - ladeando su sonrisa recostó su cabeza sobre su hombro mirando su cuerpo de manera lasiva pero sin acercarse, solo observaba con sus ocelos azules.

Afortunado de que no fuese tocado o violado por el hombre, soltó un suspiro para armarse de valor y tomó asiento frente al piano, esperaba que la música de este le distrajera completamente de tal horror. Cerró los ojos y colocó los dedos sobre las teclas, comenzando a componer varias piezas de una tonada que conoció hace tiempo.


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